La técnica es muy sencilla. Se realiza a través de un equipo especialmente diseñado, que permite controlar la velocidad de flujo, tiempo de inyección y monitorizar la dosis administrada. Se aplican varias inyecciones con una aguja de diámetro inferior a la de insulina. El gas difunde rápidamente a los tejidos adyacentes.
No presenta efectos secundarios, salvo un ligero y fugaz dolor en la zona de aplicación y un pequeño enrojecimiento que perdura unos minutos. También podemos apreciar alguna pequeña equimosis en el punto de punción que desaparecerá en pocos días.